Difusores Aromatizadores digitales Excelente calidad y variedad Fabrica de aromas
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Transformando la realidad en espacios publicos
Algunas personas disfrutan de la compañía de la gente. Son aquellas que buscan estar rodeadas de familiares, amigos o conocidos en todo momento y que, por lo general, le escapan a la soledad. La expresión “mejor solo que mal acompañado” no tiene ningún sentido para ellas.
Otros, en cambio, optan por una vida más reservada. Compartir no siempre resulta fácil y los vínculos sociales pueden ser la puerta hacia todo tipo de problemas y dolores de cabeza. Por eso prefieren manejarse con mayor autonomía y limitar las relaciones a un número acotado de personas.
Estas dos posturas que resultan antagónicas, sin embargo, pierden sentido ante un hecho ineludible: vivimos en sociedad. No importa qué tantas ganas tenga alguien de estar acompañado o cuán fuerte son sus deseos de permanecer aislado del mundo. Todos, de una forma u otra, nos vemos forzados a convivir con propios y extraños. En la casa, en el trabajo, en el colectivo, en el tren… la vida cotidiana implica compartir un mismo lugar con muchísima gente.
La gestión de un espacio público debe ser muy compleja. Sin entrar en detalles ni análisis, vamos a quedarnos con la realidad más básica del asunto y a entender al espacio público como aquel en el que diversas personas se reúnen con un cierto objetivo, que puede ser efímero (un viaje en ascensor) o un poco más prolongado en el tiempo (la sala de guardia de un hospital).
Y ahora sí, podemos enfocarnos en lo que nos importa: los aromas. Los espacios públicos son lugares donde la aromatización no debería faltar. Se hace imprescindible utilizar todos los recursos posibles para que la experiencia compartida por personas con los intereses más diversos resulte placentera o, al menos, amena.
No hace falta entrar en detalles escatológicos o contrarios al buen gusto pero no puede dejar de mencionarse que la acumulación de personas en un mismo recinto genera un cierto aroma natural. Ya sabemos que hay muchos problemas que atender en el sistema de transporte, la mayoría más importantes que el mal olor. Pero cualquier encuesta a los usuarios arrojará como resultado que la gente agradecería que haya, al menos, una mínima inversión en aromatización. Quienes pasan una o dos horas arriba de un transporte público saben que, con este detalle, disfrutarán de una mejor calidad de vida y pasarán momentos muchos más gratos.
Enfoquemos nuestra atención hacia cualquier sala de espera en un edificio público. También podríamos pensar en los salones donde esperamos que nos atienda el dentista, el oftalmólogo, el ginecólogo o el pediatra de nuestro hijo. Por lo general, en estos espacios se suele pensar en brindar ciertas comodidades a los visitantes, como música funcional o un televisor. Tampoco falta el aire acondicionado en verano o la estufa en invierno. Lo que muchos no tienen en cuenta es que la aromatización puede hacer más llevadera cualquier espera.
Ciertos aromas pueden contribuir a relajar a la gente mientras aguarda ser atendida. ¿Eso no sería muy útil en la antesala del consultorio del dentista, por ejemplo? Una esencia con aroma a tilo, por citar un caso, sería perfecta. En las salas de espera donde suelen encontrarse muchos niños, un aromatizante de caramelo permitirá que los chicos se sientan a gusto al experimentar una sensación conocida que asocian al disfrute.
Si nos centramos en algunos espacios de propiedad privada pero uso compartido, también notaremos que la aromatización puede marcar una diferencia positiva.
Un hotel tiene muchos sectores compartidos, como la recepción, los pasillos, los ascensores, el restaurante o el bar. En este caso las personas suelen estar tranquilas y bien predispuestas a los vínculos sociales, sin estrés ni una carga emocional negativa. Los aromas, por lo tanto, deberían apuntar a reforzar esa sensación de bienestar, colaborando en la construcción de una experiencia inolvidable.
Si al entrar al hotel percibimos un aroma dulce y suave, nos sentiremos muy bien. No tardaremos en crear imágenes mentales positivas, que incluso podremos asociar a la higiene o a la buena atención al huésped. Cuando, a medida que recorremos las instalaciones, nuestro olfato va captando otros estímulos, dichas imágenes se convertirán en una marca interna que hará que elevemos la consideración del hotel, aún cuando no nos pongamos a pensar en ello.
No hay que olvidar, por último, que la aromatización no debe pensarse en función de “tapar un olor con otro”. Si está dentro de nuestras posibilidades, es preferible pensar en cómo mejorar un entorno con un aroma a partir de una sensación neutra. En los casos mencionados de las salas de espera o del hotel, no debería haber un olor preexistente que resulte negativo. Por eso, la aromatización debe desarrollarse de manera sutil y controlada, para no caer en excesos. Con mantener la higiene del lugar y evitar que se propaguen olores de otros ambientes (como la cocina o el baño) alcanza para que tengamos vía libre a la hora de experimentar con los productos aromáticos, sin tener que preocuparnos por eliminar estímulos nocivos.
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